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La casca de Reyes

No hay nada más placentero que mirar al pasado y recuperar joyas olvidadas de la gastronomía local.

En la Comunidad Valenciana está la operación de rescate de la casca de reyes, el precedente del roscón de Reyes, de origen francés –la Galette de Rois–, que casi condena a la extinción a este producto de repostería autóctono de tradición centenaria.

La casca es un dulce muy especial por su curiosa presentación y el ritual social que lo acompaña.

Se trata de una modalidad de mazapán que puede estar rellena de boniato confitado, yema confitada o calabaza.

En su origen, hace más de cinco siglos, la casca tenía forma de anilla. Posteriormente, ya en la Edad Contemporánea, adoptó formas zoomórficas como lagartijas y bueyes, incluso formas de objetos.

Pero la que acabó imponiéndose, especialmente en la provincia de Valencia, fue la forma de anguila; quizás porque es una especie de pez muy característica de La Albufera.

Junto con el turrón de Jijona, la casca fue durante siglos la reina indiscutible de las fiestas navideñas en los territorios que hoy conforman la Comunidad Valenciana.

No obstante, la cuna de este dulce se suele situar en la comarca de La Safor, y más concretamente en Gandía

La tradición navideña en tierras valencianas mandaba que los padrinos regalen a sus sobrinos una casca el 6 de enero.

En algunas familias se consensuaba que los portadores eran los Reyes Magos; en esos casos, las sacrificadas abuelas horneaban las cascas a escondidas durante la noche para colocarlas juntos a los juguetes que los niños y niñas descubrían por la mañana. 

La ilusión era mayúscula, porque la casca era un auténtico espectáculo.

Venían presentadas cuidadosamente en cajas de cartón ilustradas a mano que nunca se desechaban; eran un legado que se transmitía de generación en generación.

Se decoraban con motivos florales, navideños, con mosaicos, estampados o incluso reproducciones de cuadros. Dentro de la caja, la casca iba acompañada de peladillas, chocolates, fruta escarchada y todo tipo de golosinas, y los niños las recibían al son de canciones y rondallas tradicionales, escritas específicamente en honor a este mazapán.

Como quien canta “Feliz Cumpleaños” frente a una tarta con velas.

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