la casa del ratoncito pèrezCaudiel en la sierra de Espadán

El Ratoncito Pérez, se ha trasladado a vivir a Caudiel. Allí hay un buzón donde se pueden dejar los dientes de leche que van cambiando los niños y sobre todo las cartas que estos pueden escribir para contar sus ideas y preocupaciones al dueño de la pequeña vivienda. Algunos niños han recibido a Pérez con tanto cariño que incluso le llevan dulces y golosinas.

En Caudiel están muy contentos, “¡Tenemos nuevo vecino!” han proclamado a los cuatro vientos llamando la atención de niños y de mayores, recordando que el Ratoncito Pérez es políglota y que por lo tanto las cartas “pueden estar escritas en cualquier idioma del universo”.

Una vez recibidas, el Ratoncito Pérez las leerá y por supuesto hará todo lo posible para satisfacer los deseos de los niños.

Cuenta la leyenda de que el rey Bubi I era un gran amigo de los pobres y ferviente protector de los ratones. Por ello prohibió las ratoneras e instauró leyes para perseguir aquellos que pretendían hacer daño a los pequeños roedores. Al rey Bubi I de tan solo 6 años, se le empezó a mover un diente cuando se comía una sopa. Tras mucha deliberación el médico de la corte decidió que se debía sacarlo. Tras anudarlo con un hilo de seda el médico consiguió sacárselo limpiamente y sin ningún contratiempo, pareciendo su diente blanco una perla brillante. El guardia de la corte se lo llevó a la reina y al consejo de ministros para decidir qué hacer con él.

Tras largas conversaciones entre los que estaban a favor de convertir el diente en una joya real u ofrecersela a la imagen de la Virgen, la reina, madre del rey, decidió que este escribiera una carta al Ratoncito Pérez para que, como mandaba la tradición, recogiera el diente que se deposita bajo la almohada a cambio de un regalo.

El joven rey, guardó cuidadosamente su diente bajo la almohada y se sentó en su cama esperando a tener una conversación con el famoso Ratoncito Pérez. El ratón tardaba en llegar y el rey no pudo evitar caer dormido. Al cabo de un rato, algo le rozó la frente y se despertó. Encontró delante de sí un pequeño ratón con sombrero, unas pequeñas gafas y una mochila de color rojo. La conversación entre el Ratoncito Pérez y su majestad el rey Bubi I transcurrió fluidamente y de manera rápida se convirtieron en amigos. Tanto es así, que el rey acompañó al ratón a casa de otro niño que de la misma manera acababa de perder un diente.

Pero antes debían de pasar por casa del Ratoncito Pérez para recoger el regalo de este niño, cuyo nombre era Gilito. Por el camino, el ratón ofreció un té caliente a su majestad. Por un acto de descuido el ratón metió la punta de su larga cola en la pequeña nariz del rey, que al estornudar… ¡quedó convertido en un ratón!

De esta manera los dos ratones se cogieron de la mano y prosiguieron su camino hasta el hogar de los Pérez. Tuvieron que cruzar la zona de los tranvías, pero al fin llegaron. Pérez presentó al rey como un ratón extranjero. En la casa se respiraba un ambiente distinguido, educado y burgués. Adelaida y Elvira, las hijas del Ratoncito Pérez sirvieron más té. El hijo, Adolfo, acababa de llegar del Club donde jugaba al polo y al pocker. Tras un rato, los dos ratones se despidieron cortésmente y prosiguieron su cometido.

En la historia, el ratoncito Pérez y el jóven rey Bubi se hicieron amigos

Sin embargo, el camino no estaba exento de peligros. Velozmente y con el mayor de los cuidados el Ratoncito Pérez estiró fuerte de la mano al rey ratón para cruzar una cocina sin ser cazados por D. Gaiferos, el gran gato de aquella casa. En la buhardilla de la misma vivía Gilito. Cuando consiguieron llegar al rey Bubi se le partió el corazón; Gilito compartía una estrecha cama de paja con su madre en una habitación sin muebles y mohosa. Se preguntó cómo es que había niños que vivían de esa manera con todo lo que él tenía en su palacio. Así el Ratoncito Pérez le enseñó la moneda de oro que iba a intercambiar a Gilito por su diente al rey, para consolarle de algún modo. De repente Gilito y su madre se despertaron y empezaron a rezar el Padre Nuestro frente a una estampa del Señor. Del mismo modo lo hicieron en voz baja los dos ratones.

Un rato después el rey Bubi I y el Ratoncito Pérez volvían y el rey volvía a convertirse en niño. Al día siguiente, cuando despertó, éste le preguntó a su madre, la reina.

– ¿Por qué los niños pobres rezan el Padre nuestro como yo?

– Porque Dios es su padre así como es el tuyo.

– ¿Entonces somos hermanos?

– Sí, hijo mío, son tus hermanos.

El rey muy emocionado empezó a llorar y continuó preguntando a su madre.

– ¿Y por qué soy yo rey y tengo de todo y ellos no tienen nada?

Su madre contestó:

– Porque tú eres el hermano mayor y Dios te ha dado de todo para que cuides a tus hermanos menores y te asegures que no les falta de nada.

A partir de ese día el rey Bubi I rezó siempre pensando en todos sus hermanos y se encargó de que nunca les faltara de nada. Y esta es la historia del rey niño, el Ratoncito Pérez y los dientes, esperamos que te haya gustado.

 

Aquí mas datos curiosos del origen de esta historia.