faro-infosvalencia

El faro de Valencia 

El puerto de Valencia tiene un faro que ilumina una postal inverosímil. Es el viejo faro, vigía de los mares, pero también respaldo de las escapadas furtivas de los pobladores marítimos.

El viejo faro ha quedado hoy como una leyenda en un tiempo equivocado: inaccesible a la ciudad, una reliquia atrapada entre las instalaciones de la autoridad portuaria.

Al viejo faro hoy se llega escoltado por la policía portuaria, rodeado hasta la intimidación por depósitos y contenedores. 

Desde el viejo faro se ve Valencia a lo lejos, a pesar de estar tan cerca; como una bruma.

Faro de valencia en otros tiempos

El viejo faro apenas recibe ya visitas, tan hecho como estaba a ser un centro de dispersión marina. Las llaves que abren sus accesos están poco acostumbradas.

Es tiempo de que el puerto y las instituciones recuperen la dársena para las personas y que se habilite el acceso al viejo faro, símbolo de tantas cosas queridas para los habitantes del Marítim.

Su tumulto de antaño es hoy silencio. El que era punto de fuga de los vecinos del Cabanyal y el Grau está acompañado solo de una gaviota que se pasea impasible.

El agua calmada como una balsa. ‘Todo esto era esparcimiento’.

El faro y su muelle hizo construir vías para que el tren transportara las piedras desde El Puig.

Una vez hecha la escollera hasta el viejo faro se convirtió en la procesión de amor para las parejas de novios, deteniéndose tantas veces en el bar ‘La cueva del mero’ para ponerse finos con sus gambas, calamares y sardinas a la plancha. 

paseo vecinos al faro

En los días peores de Levante las olas golpeaban con ferocidad resbalando contra el muro.

El faro, retiro de amor para el Marítim, fue presentado en sociedad con la visita del rey Alfonso XIII en abril de 1905, plantando su yate, un crucero y un acorazado y poniendo la primera piedra. 

Una magnífica postal cerrada en una caja de recuerdos. El viejo faro confinado en el aislamiento.

Las luces de la centenaria torre se apagaron en 2015, eclipsadas por un innovador sustituto tras la ampliación del puerto. Su compleja situación hace imposible el acceso a esta construcción.

Una reliquia aislada frente al mar de Valencia. Así permanece el viejo faro, un recuerdo lejano en la memoria del Marítim y cerrado bajo llave desde 2015, encallado en las inmediaciones de la Autoridad Portuaria (APV).

Tras 110 años de historia, sus puertas jamás se volverían a abrir, excepto para alguna labor de mantenimiento.

Después de la ampliación del puerto, la altura del nuevo dique y su lejanía del foco dificultaban la visibilidad de la luz desde el mar, por lo que fue necesario sustituir la centenaria torre por otro referente que pudiese apreciarse mejor sobre el agua. 

faro-valencia-infosvalencia

La luz define la función de cada faro en el mundo, lo que le genera una identidad propia. 

Cada uno tiene un tiempo y un ritmo. Los destellos que emiten están registrados en un convenio internacional.

Todas las torres disponen de una frecuencia de iluminación distinta, por lo que es imposible que un marinero confunda el faro de Valencia con otro, indica.

Al ver la señal, cualquier marino sabía dónde estaba, era el GPS de la época.

El nuevo funciona con un parámetro distinto, no se empleó el mismo patrón que para el antiguo.

Las luces del viejo faro se apagaron en el mismo momento en que se instaló el nuevo foco, la noche de San Juan de hace unos cuantos años. 

Hace unos años el puerto era un recinto mucho más abierto para la población.

Ahora está totalmente profesionalizado por la mercantilización y su acceso es muy restringido.

Con la restricción no llegó solo el olvido, también el desconocimiento de su existencia por parte de las generaciones más jóvenes.

El faro antiguo es una incógnita para muchos valencianos, incluso para los que pudieron visitar su entorno.

La idílica y remota ubicación de este tipo de construcciones implica que siempre han estado rodeadas de todo tipo de tópicos y que sean fuente de leyendas, aunque la mayoría no se cumplieron en el de Valencia. 

Nunca tuvo ese carácter idílico ni contó con un farero que habitara su interior.

Aquí jamás tuvimos esa figura del hombre solitario al que se le traía la comida en barca durante las épocas de temporal, nunca llegó a vivir un trabajador de forma permanente. Aunque eso no significa que no hubiera nadie a su cargo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *