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A pesar de la importancia que tuvo la industria abaniquera valenciana en la historia del abanico en España, poco es su reflejo en las publicaciones de las últimas décadas que se han realizado sobre esta actividad. 

El abanico es un símbolo de la cultura española, y especialmente de la valenciana. Una joya que fusiona a la perfección el arte y la funcionalidad.

Resulta complejo precisar el origen del abanico, pero se considera tan antiguo como el material que agita. Los primeros usos fueron avivar el fuego, refrescar el aire y protegerse de los insectos, según se refleja en representaciones hechas sobre frisos, relieves o pinturas.

Fueron utilizados por los egipcios, babilonios, asiáticos, persas, griegos y romanos. En la Península Ibérica, el abanico fue introducido por los fenicios. En el territorio valenciano, queda constancia del uso del abanico en un fragmento de cerámica, encontrado en Llíria, que muestra una dama con un abanico.

Con una historia constatada de más de 3.000 años, el abanico ha evolucionado a lo largo de su historia cambiante su morfología, usos y materiales de fabricación, viviendo un proceso de renovación constante.

De la necesidad de refrescar el aire se desarrolló a lo largo de la historia uno de los objetos más destacados en la historia de la moda, que ha adoptado múltiples formas relacionadas directamente con el periodo y el estilo en el que se desarrolló.

La forma más antigua fue sin duda el flabelo. Su denominación procede del latín fabellum que significa soplar. Este primer abanico rudimentario formado por una hoja fija con un mango sería utilizado por las primeras civilizaciones. A lo largo de la historia el abanico cambiaba su presentación hasta llegar al abanico plegable.

El origen de estos abanicos es completamente desconocido, aunque se cree que debieron existir en años remotos, no hay constancia de ello. Su invención debió surgir en el siglo XV cuando desde Corea pasaron a China. Desde este país, mediante las relaciones comerciales, el abanico, como hoy lo conocemos, se introduciría en Europa a través de Portugal, España e Italia.

A partir del s. XVIII su uso se popularizó entre las diferentes clases sociales hasta convertirse en un complemento de vestir indispensable. Aliado esencial en el arte del cortejo, gracias al lenguaje del abanico, que servía a las damas para comunicarse con sus enamorados sin ser descubiertos por miradas indiscretas.

Esta industria tuvo su verdadero asentamiento y desarrollo en la capital del Turia a comienzos del siglo XIX. Durante este periodo y hasta el primer tercio del siglo XX, la actividad fabril se fue ampliando considerablemente con la presencia de numerosos abaniqueros.

Aunque la producción se enmarcó en los procesos industriales, los dictámenes artesanales estuvieron siempre presentes en la elaboración del abanico valenciano.

Además, la continua mecanización en la creación de varillajes y las innovaciones técnicas aplicadas por los diferentes industriales crearon un sector competitivo a nivel europeo. Así se mostró una industria fuerte y consolidada a nivel nacional que dio trabajo a miles de obreros y obreras los cuales no tardaron en asociarse y situar su labor entre las más cotizadas de las industrias del vestido.

En Valencia, la presencia de los aventadores en los establecimientos formó parte del paisaje comercial de la ciudad. Grandes vitrinas con abanicos de todas las clases adornaban los escaparates de las abaniquerías, portales de las fábricas e incluso de las tiendas de productos varios. Camiserías, bazares o grandes almacenes mostraron el abanico de producción local.

Una vez afianzado el mercado a nivel local y nacional, el abanico valenciano traspasó fronteras. La exportación del abanico por el puerto de Valencia hizo que esta manufactura encontrara seguidores en otros rincones del mundo. Aunque todo el contexto pueda parecer favorecedor, el vaivén de las leyes proteccionistas, junto a ello la crisis en torno a los cambios sociales ligados a la moda y la liberación de la mujer del cambio de siglo generó su desvalorización y la pérdida de su uso.

El arraigo de este objeto con la mujer castiza, intrínsecamente unida a valores conservadores no casó con la nueva sociedad y los nuevos gustos estéticos provocaron el desuso del abanico.

Un oficio valenciano tan apreciado, pero desconocido a la vez, que con el paso del tiempo está cayendo en el olvido.

La industria abaniquera tuvo especial arraigo en Aldaia. Aldaia fue el principal centro productor del abanico, donde se sitúan los orígenes de la artesanía de este aventador. Como centro encargado de mantener y difundir la historia del abanico y su producción destaca el Museu del Palmito d’Aldaia (Mupa), que representa el legado de los antepasados artesanos del abanico.