Ciudad de Altea Alicante

 

La villa de Altea.

 

Se encuentra situada sobre un promontorio cerca de la desembocadura del río Algar, al norte de la provincia de Alacant.

Pero existe otro pueblo denominado Altea la Vella que aún ocupa el solar de la antigua población a escasos tres kilómetros del núcleo urbano.

Su origen se remonta al primer milenio a. n. e., pero también se han encontrado restos romanos y musulmanes.

Flanqueado por el mar y la montaña, este municipio de aire bohemio con 22.000 habitantes y considerado como uno de los más bonitos de España sigue pasando desapercibido para mucha gente.

 

El turismo sostenible y la conservación del carácter esencial de Altea, objetivo de vecinos y comerciantes.

 

Altea, protegida de los vientos fríos por La Sierra de Bernia al Norte, ofrece un agradable microclima todo el año, con temperaturas medias de 18 grados.

Estas tierras siempre han sido de las más cotizadas por viajeros nacionales e internacionales que depositan en ellas sus esperanzas de relax y descanso durante cualquier época de año.

Las distintas civilizaciones muestran aún su huella en muchos rincones del término donde las huertas, las acequias, los bancales de olivos y almendros mantienen este paisaje milenario.

El pueblo conserva su arquitectura tradicional mediterránea, floreados  y callecitas empedradas que invitan a un paseo o a degustar la gastronomía local en alguno de los restaurantes.

No sorprende que poetas, escritores y pintores de todo el mundo eligiesen vivir en este lugar mágico para la inspiración.

Altea se estructura en dos zonas, unidas pero diferenciadas por vecinos y visitantes: la parte baja, a la orilla de las playas, y la alta, o “cúpula”, como se la conoce popularmente. En esta última se entrecruzan las callejuelas empedradas y estrechas del casco antiguo.

Las casitas blancas son las viviendas de los afortunados vecinos de Altea, conscientes de que habitan en uno de los lugares más bellos de la costa alicantina.

Tras cada esquina del casco histórico se abre un mirador o un rincón con encanto. En verano, la animación, la música y la gente convierten a la plaza de la Iglesia en el centro neurálgico de Altea.

La costa levantina destaca por su gastronomía privilegiada: la excelente materia prima abunda en la montaña, en la huerta y en el mar.

Altea es uno de esos lugares en los que no es extraño desear que llegue la hora de comer… aunque hayas desayunado hace cinco minutos.

 

La excepcional oferta gastronómica hace que, aquí, la gula sea menos pecado.

 

Los arroces, obviamente, no pueden faltar; son tradicionales el arroz a banda, la paella con boquerones o el empedrat (arroz con habichuelas blancas y bacalao).

También destacan los erizos de mar, el cruet de peix (un guiso de pescado típico de los marineros de la comarca) y los caracoles con cebolla.

En Altea se concentran nada más y nada menos que tres puertos deportivos: el Marina Greenwich (también conocido como Campomanes, único puerto deportivo del mundo atravesado por el meridiano de Greenwich), el Club Náutico de Altea y el Puerto Deportivo Porto Senso, que pertenece a la urbanización homónima.

 

El turismo sostenible, la tranquilidad y el cuidado por los detalles son características clave de todos ellos.

 

Los amantes de los deportes náuticos podrán pasar allí varias jornadas disfrutando de la contemplación de las aguas cristalinas de Altea. Cientos de aficionados al kayak, el remo, el piragüismo, la vela o el buceo escogen la localidad año tras año para encontrarse con su hábitat preferido: el mar.

El arte y la cultura están presentes en cada rincón de Altea durante todo el año. Tal vez sea responsabilidad, en parte, de la facultad de Bellas Artes de la Universidad Miguel Hernández de Alicante, que tiene aquí su sede.

Estudiantes y artistas de largo recorrido se inspiran en las callejuelas y en los miradores de Altea; algunos de ellos exponen los resultados en las numerosas galerías de arte del pueblo.

El centro artístico de Altea es la Sala de exposiciones Toni el Fuster o Fundación Eberhard Schlotter, nombre otorgado por su creador, un pintor y grabador alemán enamorado de Altea que falleció aquí en 2014.

Parte de su obra se expone en la cuarta planta del centro, que también acoge exposiciones temporales de artistas nacionales e internacionales. Además, como en el resto de la Comunitat Valenciana, otro arte cobra un gran protagonismo en Altea: la música.

En noviembre se celebra un conocido certamen internacional de bandas y, cuando llega el buen tiempo, músicos de toda clase toman la calle y obsequian a los transeúntes con sus conciertos al aire libre.

Para el turista cansado de toparse con toallas, sombrillas y castillos de arena a cada paso, Altea es una de las mejores opciones de la Costa Blanca.

Sus playas de grava y cantos rodados disuaden a muchos; los mismos que, si se decidieran a visitarlas, caerían rendidos ante la tranquilidad que reina en ellas.

Pero es mejor así: poca gente, mucho relax, aguas cristalinas y kilómetros de paseos para que todos, niños y adultos, disfruten de lentos días de playa.

Las de l’Olla (ésta sí con arena) y Cap Negret son las más concurridas. La playa de Barreta de Gualda, al norte, es la indicada para realizar deportes náuticos, dada su proximidad al puerto deportivo Campomanes.

La playa Galera-Solsida y la cala de la Barra Grande son nudistas y no suelen recibir demasiados visitantes. A la primera está permitido llevar perros.