El Paraje de El Salto de Chella es, sin duda, el lugar más emblemático del municipio de Chella.
Se trata de un pequeño microclima en el que destaca una impresionante cascada de 25 metros de altura localizada a las afueras de la población de Chella.
Este paraje forma parte del Río Sellent y desde este punto se aprecian al fondo las Cuevas del Turco (conjunto de entre 15 y 20 covachas excavadas en la pared a gran altura de forma que su acceso es prácticamente imposible). Si avanzan hacia el norte del municipio podrán apreciar este paraje desde otra perspectiva.
Se localiza en el centro histórico de Chella de origen morisco y llamado en la actualidad barrio de la Peña, la parte más elevada del municipio donde se encontraba la antigua fortaleza musulmana (actualmente Calle el Castillo).
La ruta del Salto de Chella es una ruta sencilla, de aproximadamente 45 minutos de ida y vuelta, que se puede iniciar en la calle de la Bajada, el lugar donde nos indica la dirección al salto.
Desde allí, iniciamos un recorrido a pie dejando el polideportivo a la izquierda, por un camino hacia el mirador del salto, donde justo al pasarlo veremos las ruinas de una antigua casa, justo al lado del puente.
En esas ruinas iniciamos el descenso por una senda zigzagueante pasando un antiguo molino, una pequeña cueva llamada “la cueva que llueve”, lugar donde gracias a las innumerables goteras y las filtraciones de la cascada se puede ver estalactitas y estalagmitas seguido por las ruinas de la central eléctrica hasta llegar a un pequeño humedal protegido de forma natural, con abundante vegetación, donde existe un pequeño microclima a su alrededor y desde donde podremos observar la cascada en su base.
El poeta don Valeriano Bellver Costa nos cuenta la historia de este lugar
“A principios del pasado siglo XX, todo el entorno donde hoy se sitúa el Salto de Chella vivió su edad de oro al servir de base para fábricas de papel, molinos y la ya desaparecida fábrica de la luz. Allá, en ese rincón, se estableció en primera instancia la familia Soler de la localidad de Ontinyent, quienes durante bastantes años trabajaron en la población, echando raíces incluso -sus descendientes, quienes viven en Chella, se les conoce hoy en día por el apodo de “Papeleras”-.
Poco tiempo después, se fundó la desaparecida Fábrica de Luz de Valiente, Ferrando y Compañía, cuya central fue inaugurada en el año 1909, una construcción que permitió a Chella obtener energía hidráulica prescindiendo del petróleo, el cual abastecía al pueblo hasta entonces. La central fue un núcleo importante de suministro de energía, pues llegó a abastecer a poblaciones cercanas como Cárcer, Bolbaite, Alginet, L´Alcudia, Alberic o Villanueva de Castellón, entre otros pueblos cercanos.
La familia Ferrando llegó a construir, junto a la fábrica, una casa de verano, lugar donde invitaban -durante las vacaciones- a sus amigos de la población, celebrando allá, incluso, fiestas con fuegos artificiales. Todo eso fue hasta la conocida Riada de San Miguel, ocurrida en el trágico día del 29 de septiembre de 1919, fecha fatídica de una riada que provocaría innumerables daños a las instalaciones de la central hidroeléctrica.
Pese a que fue reparada, los elevados costes de la reparación y mantenimiento dieron como resultado que la central ya no fuera rentable, por lo que fue vendida a Volta S.A., quienes la desmantelaron para evitar la competencia. Después de eso, Ricardo Giner “Chavas” adquirió los terrenos construyendo allí un molino, quien además se hizo cargo, durante un tiempo, de limpiar y mantener la zona de lo que hoy conocemos del entorno del salto, recuperando así todo lo que no estaba demasiado deteriorado”.
Desgraciadamente, la zona cayó en el olvido y se teme por ella desde entonces, algo que ya dijo Valeriano Bellver a través de sus palabras con “otra vez se ha hundido todo, y esta vez parece que para siempre.”.