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Cuando llega Nochevieja, todos queremos empezar el año con buen pie (literal y simbólicamente).

Entre risas, brindis, abrazos y algún que otro deseo secreto, muchas personas siguen rituales que, según la tradición, traen suerte, amor, salud y prosperidad. 

Las 12 uvas: el clásico de los clásicos

No hay ritual más famoso que comerse las doce uvas al ritmo de las campanadas. Es casi un deporte nacional: cada campanada, una uva; cada uva, un deseo… y cada deseo, un pequeño sprint para no atragantarse.

La tradición está tan extendida que ya forma parte del ADN festivo español y también ha saltado a numerosos países de Latinoamérica. ¿El origen? No está del todo claro.

Algunos dicen que vino de Francia, otros aseguran que fueron los agricultores de Alicante quienes, a principios del siglo XIX, aprovecharon un excedente de uvas para inventar esta costumbre. Sea como sea, hoy es impensable imaginar la Nochevieja sin ese momento mágico de carreras, risitas nerviosas y la eterna pregunta: “¿Ya? ¿Ya han empezado?”

Además, cada familia tiene su propio truco: uvas peladas, sin semillas, cortadas por la mitad, guardadas en vasitos… Lo importante es llegar a la última campanada con todas dentro y la ilusión a tope.

Ropa interior roja: pasión, suerte… y tradición

Dicen que la ropa interior roja trae amor y buena energía. Y oye, por si las dudas, mucha gente lo cumple religiosamente cada 31 de diciembre. Nueva y roja, esas son las reglas.

La tradición se remonta —como casi todas— a la Edad Media, cuando el rojo estaba casi prohibido por ser “el color del diablo”. Para llevarlo sin llamar la atención, la gente empezó a esconderlo como ropa interior, creando así una especie de talismán secreto. Con el tiempo, pasó de superstición a tradición divertida, especialmente en países como España, Italia o Chile.

Hoy en día es todo un ritual: tiendas llenas, modelos de todos los estilos y hasta competiciones familiares por ver quién lleva la más llamativa. Total, si puede traer amor y alegría… ¡bienvenido sea!

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Un anillo de oro en la copa de champán

Si vas a brindar, hazlo con estilo: algunas personas introducen un anillo de oro —u otro objeto dorado— dentro de la copa antes del primer sorbo del nuevo año. Las burbujitas representan la chispa de la vida, y el oro simboliza prosperidad. La mezcla promete suerte y abundancia para los próximos doce meses.

Eso sí, conviene beber con calma, no vaya a ser que la suerte acabe atragantándose. Hay quien incluso retiene la respiración mientras brinda, por si acaso. Lo importante es el gesto: un brindis brillante para un año que también lo sea.

Pisar primero con el pie derecho

Si realmente quieres empezar el año con buena energía, asegúrate de que el primer pie que toque el suelo después de las campanadas sea el derecho. Parece fácil, pero entre abrazos, brindis, música y confeti, más de uno termina empezando con el izquierdo sin querer.

Esta superstición es muy antigua y tiene raíces culturales que relacionan lo “derecho” con el camino correcto, lo positivo, lo próspero. La Biblia, la tradición popular y hasta el lenguaje están llenos de referencias que dan buena fama al lado derecho. Sea o no cierto, la escena siempre es divertida: gente levantándose del sofá a saltitos, intentando no equivocarse, como si fuera una coreografía improvisada de Año Nuevo.

Dinero en los zapatos: paso a paso hacia la abundancia

Otra costumbre muy extendida es colocar un billete en los zapatos antes de que llegue el nuevo año. La idea es sencilla: si empiezas el año con dinero, atraerás más durante los meses siguientes. Y cuanto mayor sea el billete, mejor.

Eso sí, también existe la advertencia opuesta: comenzar el año con deudas trae mala suerte económica. Por eso muchos aprovechan los últimos días para saldar pagos pendientes o al menos dejarlo todo bien encaminado. Y después, billete en el zapato… ¡y a caminar hacia la prosperidad!

Quemar lo negativo: adiós a lo viejo, hola a lo nuevo

Este ritual es casi terapéutico. Consiste en escribir en un papel las cosas malas o los recuerdos que quieres dejar atrás y quemarlos justo antes o después de medianoche. Es una forma simbólica de liberar tensiones, cerrar ciclos y dejar espacio para lo bueno que está por venir.

No es algo nuevo: recuerda las hogueras de San Juan o las Fallas, donde el fuego purifica y renueva. Pero tranquilidad, no hace falta quemar un ninot en el salón de casa. Una hojita, una vela y mucha intención son más que suficientes.