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Coca salada, la pizza valenciana

 

No se sabe qué fue primero la coca o la pizza. Muchos piensan que la receta que se preparaba en la Corona de Aragón y que en el siglo XV se llevó a Nápoles fue la que con el tiempo es la que hoy conocemos como «pizza napolitana».

Se dice que los romanos ya la preparaban en su época y que en la Corona de Aragón era uno de los platos insignia del reino.

La coca es patrimonio gastronómico de nuestra tierra. Como la horchata, el arroz al horno, la paella o el turrón de Xixona. Siempre ha sido el almuerzo preferido de los panaderos, elaborada a partir de una masa de pan normal y corriente y con alimentos de temporada por encima como pimiento o cebolla. Tan simple como eso.

Para que nos entendáis, una coca salada es prima hermana de la pizza, solo que aquí se hacen de menor tamaño, alargadas, redondas o cuadradas y suelen ser individuales, menos las que se hacen grandes para cortar en porciones.

Dicen que era una forma de aprovechar la masa de pan que no había terminado en una barra. Otros que era el almuerzo del panadero. No hay horno valenciano en el que no haya cocas en su escaparate. De pisto, de embutido, de guisantes y cebolla…

Pero la pizza le había ganado la batalla a la coca tradicional. Pues bien, parece que un bocado tan entrañable y popular ha conseguido trascender a la luz y dar batalla a la pizza porque grandes restaurantes y cocineros han conseguido rendir tributo y la importancia que se merecía a algo que todos los mediterráneos consideramos como nuestro.

La Coca salada ha llegado a los grandes restaurantes con un resultado excepcional.

 

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